
En medio de uno de los momentos de mayor inestabilidad en la historia reciente, sometidos a los desvaríos de un atribulado personaje tan narcisista como insolente, bajo el vaivén de sus caprichos y despropósitos, se ha abierto un debate sobre el objetivo de la gigantesca crisis abierta con la guerra arancelaria que ha impulsado estos días el presidente estadounidense, Donald Trump, destrozando el sistema de comercio mundial y las bases de las relaciones internacionales construidas tras la Segunda Guerra Mundial.
A estas alturas, nadie duda de que sus declaraciones y decisiones están al margen de cualquier racionalidad y de espaldas a los principios básicos de la ciencia económica, tirando por tierra las enseñanzas de la historia al desbaratar los fundamentos de las relaciones internacionales y de las reglas multilaterales que ni conoce ni respeta. Hacer política a golpe de exabruptos y amenazas, con declaraciones tan disparatadas como falsas contra todos los países del mundo, a los que considera súbditos que tienen que rendirse a sus caprichos, solo puede dislocar un orden internacional extraordinariamente complejo, trasladando desconfianza e inestabilidad al sistema económico y financiero, como está sucediendo.
Sigue leyendo








